Existe un lugar donde la vida se dibuja con intensos colores; la arquitectura es un tesoro y la amabilidad de la gente te desarma. Bienvenida a México colonial.
En México, el tiempo se detiene. Reina allí un ritmo calmado, en el que las horas se hacen infinitas y las prisas quedan olvidadas en el fondo del equipaje. Una vez que el viajero comprende que el típico ahorita mismo mexicano es cierto, conviene quitarse el reloj, apagar el móvil y lanzarse a recorrer los rincones más sugerentes que puedas imaginar. Porque la riqueza de aquel país no reside sólo en la Riviera Maya o en las playas del Pacífico. Para comprobarlo basta con adentrarse en sus estados centrales en busca de tesoros coloniales.
Aún no descubiertas por el turismo masivo, estas regiones resultan ideales para quienes desean algo más que sol y mar en sus escapadas. Porque, construidas sobre la riqueza del oro y la plata, ofrecen un inmenso legado histórico y cultural. Mezcla de tradiciones indígenas, europeas y criollas; arquitectura barroca y neoclásica salpicada de elementos prehispánicos… Aquí la fusión adquiere rango de cualidad, y pone de manifiesto una sensibilidad y un modo único de enfrentarse al mundo. México es diferente: por la amabilidad de su gente, por sus gustos gastronómicos (¡quizá demasiado picantes!), por una religiosidad algo supersticiosa; por su culto a la muerte o por su manera de apurar la vida.
Iniciamos nuestro periplo en Guanajuato, capital del estado del mismo nombre. Esta ciudad, Patrimonio de la Humanidad, seduce al visitante nada más poner el pie en ella. Lo primero que llama la atención es su trazado: además de ocupar el fondo de un barranco y las colinas que lo rodean, un antiguo río subterráneo, reconvertido ahora en túneles por los que discurren los vehículos, le da un carácter de lugar donde algo sorprendente puede ocurrir a la vuelta de la esquina. Cálzate tus zapatos más cómodos y piérdete por calles que se entrecruzan; callejones repletos de leyendas; escalinatas que conducen a plazas que aparecen ante tus ojos casi por arte de magia; o templos como el de San Diego, con sus impresionantes cúpulas rojas.
¿Cansada de caminar? Para reponer fuerzas en esta ciudad vertical, nada mejor que disfrutar de una botana (aperitivo) en cualquiera de las terrazas alrededor del Jardín Unión, punto de reunión favorito de la gente, en especial, de las tunas estudiantiles de la Universidad de Guanajuato. Y si lo visitas un martes o un jueves, disfrutarás viendo a parejitas de ancianos bailar mambo y danzón alrededor de su quiosco de música. También es visita obligada la Casa Museo Diego Rivera, uno de los artistas que mejor representan el alma de México (C/ Positos, 47).
Para quienes desean ir de tiendas, la ciudad ofrece sugerentes propuestas. Sobre todo, de artesanía en madera, loza, plata… No te pierdas sus catrinas, esqueletos que se ríen de la muerte fabricados en barro; la colorista cerámica de Talavera, y los dulces típicos de la zona, sobre todo las cocadas caseras y la cajeta cristalizada.
En el centro histórico de la ciudad, puedes tomar una copa en un ambiente mexicano cien por cien. La cantina La botellita (Jardín Unión, 4) está decorada al más puro estilo del país: paredes repletas de colorido, muchas calaveras y el mejor tequila con sangrita (jugo de tomate con especias y picante) que puedas probar. Y después de una larga jornada, date el lujo de alojarte en la Quinta Las Acacias, una casa señorial del siglo XIX llena de encanto.
Otra cita ineludible en el estado de Guanajuato es San Miguel de Allende, uno de los centros coloniales más hermosos del país. Se trata de una ciudad profundamente mexicana y cosmopolita a la vez. Sorprende que haya sabido mantener el legado de su época virreinal, teniendo en cuenta que casi la mitad de su población es extranjera. Resulta un auténtico placer caminar por sus calles empedradas y dejarse sorprender por detalles que la hacen distinta, como sus balcones de forja, sus puertas de madera maciza y sus patios interiores llenos de flores.
No debes pasar por alto la Parroquia de San Miguel Arcángel, una fantasía neogótica cuyas torres son el símbolo de la ciudad. A pocas cuadras de ella se encuentra la Plaza Principal, más conocida como El jardín. De nuevo, un lugar de reunión donde es posible captar la esencia mexicana observando a quienes recorren los soportales o charlan en sus bancos. Cuando el sol comienza a desaparecer, es habitual que los mariachis amenicen a los curiosos con su música.
La noche trae a quienes visitan San Miguel los más variados planes de ocio. Desde cenar en restaurantes de lo más cool hasta tomar una copa en locales sofisticados como El Market Bistró (donde además de disfrutar de un dry martini escuchando música en vivo, puedes probar la mejor cocina francesa de la ciudad.
Querétaro, un paraíso colonial
Querétaro, un paraíso colonial, es un hermoso lugar que puede ser elegido para tus viajes, si es tomado en cuenta desde la perspectiva del turismo colonial, es decir, si quieres conocer como era el pasado urbanístico del sitio y poder captar su esencia cultural más profunda. Esta ciudad está ubicada a tan sólo dos horas de la Ciudad de México. Esta ciudad ha generado bastante empleo en los últimos tiempos porque está rodeada de plantas de manufacturación, lo que ha atraído a personas de negocio a la localidad. Querétaro es un paraíso colonial muy concurrido porque es un centro de mercados en los que se incluye la agricultura, la cría de ganado y la industria. Lo que ha traído bastantes frutos económicos a esta parte de México. La ciudad ha preservado durante los años su esencia histórica, lo cual ha hecho que la UNESCO la haya tomado como patrimonio de la humanidad ya que sus razonamientos culturales se han apreciado como un gran tesoro a nivel mundial, además de que su trayectoria multiétnica los ha llevado a demostrar que las diferentes castas pueden convivir tranquilamente en conjunto. Pintorescas plazas con su natural calidez colonial han llamado la atención de los turistas quienes han disfrutado mucho en sus días de descanso por estos lares. Querétaro, un paraíso colonial, es perfecto para quien desean compartir en familia contemplando su pasividad, sin embargo, para los interesados en pasar algunos días afuera de la ciudad pueden visitar Tequisquiapan y San Juan del Río, hay unas misiones que tienen un aire franciscano, ya que fueron fundados por Junípero Serra en el año 1750. Además hay unas zonas arqueológicas de las que te gustaría gozar en Toluqilla y las Ranas junto a la ciudad de San Joaquín, donde encontrarás todo lo que dejaron la cultura de los chichimecas y los huastecas.¿Te gustaría poder disfrutar este verano de unas vacaciones en tu lugar favorito con los extras más premium que mejor se adapten a ti y poder contar la experiencia a tus conocidos? Estás en el sitio correcto, ¡Siéntete como en casa desde el primer día de estancia en cualquier hotel reservado con Central de Vacaciones!
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